jueves, 16 de octubre de 2008

Dos líneas oblicuas hacia la misma cima

Nuestra palabra, como un archipiélago, os ofrece, tras el dolor y el desastre, unas fresas que trae de las landas de la muerte, así como los dedos calientes de haberlas buscado.

Lloras a Char bajo mi limonero. Tus lágrimas son un ofrecimiento; mi silencio, una gratitud.

En mi país, no se interroga a un hombre conmovido.

Hacia horizontes perpendiculares, nos perseguimos a través de lo que lees. Al cabo de la página, en nuestra encrucijada, nos encontramos, sonriendo.

Amor mío, poco importa que yo haya nacido, te vuelves visible en el lugar en el que yo desaparezco.

La savia enterrada en la página irriga las negras palabras cuando tu voz las desposa con la sangre que palpita en tu garganta. El pájaro que, sediento, se posa sobre la rama acude a beber de la voz que alza el vuelo desde la página.

Hay hojas, muchas hojas en los árboles de mi país. Las ramas son libres de no tener frutos.

Tus manos empuñan el libro. El árbol ofrece sus ramas. El libro empuña sus poemas. Las ramas ofrecen sus frutos. El poema empuña tu voz. Los frutos ofrecen su semilla. Tu voz empuña, roturados, tu corazón, mi corazón.

El poema es el amor realizado del deseo que permanece deseo.

La sombra del árbol, la luz de la página, el claroscuro de mi memoria trazan un círculo cuyo abrazo te acoge.

Destierro

A veces, el viento arroja contra mí el olor de la tierra en la que llueves, del hogar en el que ya no soy sino un extraño.

Trigales

Tus trigales incendiados -cada tallo un horizonte vertical por el que asciende el sol multiplicado en cada grano- entonan las ofrendas de tu meridiano. Y, sin embargo, todo deseo encuentra su fatiga antes que el corazón alcance a recorrerlo hasta su extremo.

miércoles, 17 de septiembre de 2008

Seda y látigo

Engastado yo en tu epicentro, tu deseo ciñe la pleamar de mi oleaje. Estás en mí como en la antorcha arde la semilla de la llama. Estoy en ti como la mar en la memoria de la caracola. Ser el firmamento donde el trueno abre su entraña al relámpago: tu pudor vencido. Ser la raíz del tallo en que florece tu sonrisa: mi candor logrado. Seda y látigo se anudan en el lazo incandescente del abrazo.

Mercado

La infidelidad (la vida, en suma) es ese arriesgado y tentador mercado de inversiones donde, con las inevitables consecuencias catastróficas, todos especulamos y nos creemos más astutos que el prójimo.

El exilio y el reino

Nadie puede rescatarnos, amor mío, del exilio de la herida; mi lengua, varada en las orillas de tu cuerpo -estatua del coraje, alud de dicha y fiebre, hondonada que revienta en amapolas-, sólo canta a la estrella que, en la limpieza de tu frente, la guía al meridiano del deseo.

Bondad

La bondad es la inteligencia al servicio de la erradicación del dolor, el instrumento más sofisticado y eficiente para la feliz supervivencia de los mortales.

Azogue azotado

En el centro del mundo, un espejo. En el centro del espejo, una sola imagen del paisaje despiadado. Yo, el espejo quebradizo; la imagen implacablemente repetida, tú.

Es dulce mi mirada y de ceniza

Ésta es mi casa. En torno a mí -desconcertantes, precipitadamente ajados-, lo que he sido, lo que aún soy, lo que temo seguir siendo. Frente a mí, esta ventana clausurada que otras antes de ti han intentado abrir. En vano. Mis manos, sobre la huella de sus manos impotentes, ya comprenden que sólo a mí me corresponde abrirla; sentir que las recorre -permitirlo- el empuje del caballo del judío Saulo en el camino de Damasco. Abrirla y contemplarte -mirarte abriendo al fin los ojos y no tan sólo con ellos abiertos-, contemplándome.

Aria da capo

Nostálgico, resguardas cada instante entre los brazos del recuerdo por no haber sabido amarlo en el presente.

martes, 19 de agosto de 2008

En la tormenta

Unidos nos abrimos a la herida del mundo como el trueno abre su entraña al relámpago.

Trueno de mí

Te abro a la herida de mi mundo como el relámpago abre la entraña del trueno.

Trueno de ti

Estás tras cada herida que me abre el mundo como al trueno lo precede la herencia del relámpago.

Augurios

Ovillada conmigo en la cama, sudorosa y trémula, me preguntas, amor mío, si será lo nuestro para siempre. Y yo, augur de los semblantes de los astros, interrogo mudamente al cielo que acontece, indiferente, tras nuestra ventana. Tiempo hubo en que fue ajeno el universo a los principios y las conclusiones. Hoy, dicen los que saben, se precipita inexorable desde su explosión primera hasta su helado fin. ¿Qué puedo contestarte en esta época en que ni siquiera el universo habla ya el lenguaje de la eternidad?

viernes, 15 de agosto de 2008

El río de Heráclito

Qué palabra explicaría lo que eres como el gesto del judío que, en la víspera del crematorio, marca la página de su lectura interrumpida. Cada momento irrepetible lo corona la ceniza. Y, sin embargo, tu vida es este legado ardiente de páginas plegadas por la dicha.

Humo

El fuego ajeno arde ante el punto ciego de los ojos que se arrojan como espadas. ¿Estamos condenados a sajar el humo?

Praga

La ciudad y tú tenéis vuestro perfil inaccesible, vuestras esquinas clausuradas. ¿Qué importan las conquistas del ayer si el hoy es privación, trinchera y fuga? Recorro con mis manos las murallas en busca de la grieta vulnerable, la caricia lograda. Tu lengua (no el viento) lame mis dedos, tus ojos (no el sol) hieren mi desnudez, tu vientre (no el río) anega mi cuerpo. He perdido la ciudad (y a mí) para ganarte. Cuánta penumbra precisan las victorias.

Respuesta

El misterio es la respuesta que mereces cuando afrentas lo evidente con preguntas.

Gramática

Hubiera sido valeroso ante un puñado de ceniza. Footfalls echo in the memory down the passage which we did not take towards the door we never opened into the rose-garden. My words echo thus, in your mind. Nuestro viaje a Islandia, donde hubiéramos hallado la nostalgia del presente. So leben wir und nehmen immer Abschied. Aquella melodía en la que hubiera formulado una dicha inabrogable. Every something is an echo of nothing. Acaso hubiera merecido tus abrazos tras amarte, aquella tarde. La tarde se ha vuelto invisible. Clase de gramática. Pretérito plus- cuamperfecto. Subjuntivo. El tiempo donde fue lo que no ha sido.

[Hay eco de pisadas en la memoria allá por el pasadizo que no tomamos hacia la puerta que nunca abrimos a la rosaleda. Mis palabras tienen eco así, en vuestra mente. (...) Así vivimos, siempre despidiéndonos (...) Todo algo es un eco de nada.]

Condiciones (variación)

Tus bárbaros iluminados y feroces atraviesan mis fronteras; y es de noche. Sol e intemperie: las condiciones que me han exigido para merecer la intimidad desgarradora de sus lanzas. Resuelto a traicionar el testamento de mi decadencia, deponiendo mis murallas, he aceptado.

Pasamos por la vida una sola vez

Envidio la ceniza en la que convertí al hombre que aquel día hubo de merecerte.

Un demorado encuentro. Génesis, 2:20

El hombre puso nombre a toda bestia, a toda ave del cielo, a todo animal del campo; mas para el hombre no encontró una ayuda idónea.

Mi nombre susurrado entre tus labios aventura el testamento de mi días.

Glosa a una sentencia de Anaximandro

De donde las cosas nacen, hacia eso perecen, según la necesidad; pues dan justicia y pago unas a otras de la injusticia, según el orden del tiempo.

Todo amor triunfante se precipita inexorablemente a su derrota.

sábado, 19 de julio de 2008

Ardor

La tibieza es el clima de la época. Ante sus tempestades de síes ahogados y voluntades exhaustas, no depondremos el ardor de nuestros corazones. La rendición de nuestra fiebre, amor mío, es una mansedumbre intolerable.

viernes, 18 de julio de 2008

Dualismo

El alma es la morada del deseo. Tu cuerpo es la medida de su exilio.

Temis

El ojo que acecha culpabilidades habita en una casa de espejos estratégicamente velados.

jueves, 17 de julio de 2008

Memento

Nos preceden las tormentas que enfebrecen el verano. Ninguna palabra nos parece demasiado breve. Ninguna promesa insensata. Ola a ola, el silencio rompe contra la hospitalidad del viento. Corazón y corazón laten trenzándose en la espuma. La soledad no sobrevive a nuestra íntima paciencia.

Recuerdo

Anémona en la nieve: susurra que no ha sido una mentira.

Metamorfosis

En un solo trazo, con el pulso siempre firme, tu puño cerrado –especular abanderado del relámpago– asciende abriendo los dedos. La mano alcanza su cenit. Tu palma –estatua límpida del trueno– se yergue irrevocablemente abierta.

Sacramento

Felicidad, sacramento de administración avarienta que bebo abrasadora e insaciablemente de tu boca.

Condiciones

Sol e intemperie. Las condiciones que me has exigido para merecer tu abrazo. Deponiendo mis murallas, he aceptado.

Definición

Hombre: mamífero autoflagelante.

Tiempo

Las trémulas manos del tiempo reposan, calmas, en tu regazo. Medianoche.

Minotauro

¡Ah, los salvadores de la Humanidad! Serían capaces de sacrificar el mundo entero, hombre por hombre, antes que una sola de sus filantrópicas convicciones. Espíritus de Minotauro, reinan entre las soledades y la sangre de su intrincada cólera laberíntica.

Ángeles

Guárdate de los prosélitos que han prostituido su alma y que medran a la sombra de un poder evangélico: lo último que perdonan los ángeles exterminadores es tu negativa a sonreír en medio de su apocalipsis.

Celebración

Procura no convertirte en notario de tus lápidas. Tu labor es celebrar el sol que dora los mármoles, las calladas confidencias del ausente crisantemo.

Llama

Me resulta tan inimaginable, en la tiniebla, que dos seres puedan abismarse en la pasión, como creer en un vínculo entre ataúdes podridos. En momentos luminosos, reconozco en mi pecho la llama que atraviesa y une a la roca y el águila.

Garra

La muerte que no conoceremos no es más que un rutinario acontecimiento biológico; la que nos habita a diario es la garra que avienta el coraje y su alegría. Quien se enfrenta aterrado a sus adioses no fue merecedor de sus encuentros.

Suma

La muerte es la suma de nuestros adioses. El poeta echa la cuenta sin odio y sin miedo.

Cita

Todo aquello que amamos desaparecerá antes que nosotros o de nuestra mano. Procura llegar tarde y sosegado a la cita con tus adioses.

Fuente

La fuente de la eterna juventud la encontrará tan sólo quien remonte el manantial que nace entre los labios de la mujer a la que ama.

domingo, 22 de junio de 2008

Eternidad

La carne es la semilla de la muerte
y nos cobija.
Busco la eternidad bajo tu pecho.
Sólo encuentro un festín
de senos amputados de la gracia.

El choque de los órganos hinchados
ahoga las gargantas.
Flujos, llanto, sudor y sangre,
nos vaciamos contra el otro
en veneros de ceniza.
¿Me gimes te quiero o es un alarido?

La noche nos arranca de su vientre.
La eternidad hiede a carne podrida al bostezar.
Algo amanece.

martes, 17 de junio de 2008

Abrazo

Cielo y piel abrazan y enardecen lo que nos sostiene: la tierra, el corazón.

lunes, 16 de junio de 2008

Madre de nadie

Libertad, fiera indomable, ya no queremos alojarte en casa. Sólo te reclamamos para arrojarte contra los que odiamos. Madre de nadie, avanzas junto al crepúsculo sangriento, hermano de tu ocaso.

Lacre (coda)

Sangro. Sangras. Sangramos. El lacre con el que la eternidad sella la carta que abrimos temblando.

Claro del bosque (variación)

A nuestro alrededor, el bosque de cipreses -cada una de sus lanzas escolta a la tiniebla-. En medio de lo oscuro, tú y yo entrelazados -un claro donde dos constelaciones arden-. La vida pone tierra de por medio ante la muerte.

Oleaje (tema)

Tú y yo entrelazados. La vida pone mares de por medio ante la muerte.

Puente

Con su mano tendida hacia las cosas, la emoción traza un puente entre el corazón y el mundo.

Arte

El arte es la experiencia que convierte la atención errante en epifanía.

Cicatrices

Desnudo, contemplas tus cicatrices, las firmas falsificadas con las que rubricaron tu dolor. No te consientas el gesto de cubrirlas o acariciarlas.

También te irás

No conoce el dolor quien no anticipa una tumba ante la que negaría las verdades de la aurora.

viernes, 13 de junio de 2008

Piedra

La vida es la única piedra en la que el mismo hombre no puede tropezar dos veces.

Plata

Melancólico, orfebre de la pérdida, trenzas tu jaula con la plata incorruptible de la muerte.

Latido

El corazón del mundo late, soberano, en el pecho donde el lenguaje alborea.

jueves, 12 de junio de 2008

Dolor

El dolor es la medida de todas las distancias.

Muerte

La muerte es el único crimen que no prescribe.

Vida

La vida es el único crimen en el que no podemos reincidir.

Literatura

La literatura es la forma más ineficiente de ganarse la vida mintiendo.

Guerra y paz

Mirad a los amantes desnudos y agotados, frente a frente. Con las armas depuestas, se han dado por vencidos y por vencedores mutuamente.

miércoles, 11 de junio de 2008

Eva

En los tiempos oscuros, cuando el fuego no era más que un animal esquivo que dañaba al rozarlo, ella alentaba la llama secreta en los cuerpos furtivos que acogía su abrazo. Tu antepasada.

Nomadismo

Hastiado nómada de los cuerpos, tus allanamientos nocturnos constituyen el único crimen en el que nunca reincides.

martes, 10 de junio de 2008

Ruego

Conviven en mí dos hombres: el que está enfermo de los demás y el que tú abrazas. No me sueltes.

lunes, 9 de junio de 2008

Aliento

Tus manos ávidas de inmediatez ahogan el presente. Cada aliento robado te acerca a convertirte en huérfano del porvenir.

Ítaca

Ítaca es el nombre de tu sombra.

Eternidad

Qué poca eternidad cobijan las promesas.

domingo, 8 de junio de 2008

Eco

Sólo resuena el mundo para mí cuando tu oído, ante mi pecho, convierte el corazón en caracola.

Sal

Reivindico mis pírricas victorias en el mar de la tiniebla; haberme alimentado, en el naufragio, del corazón salado de la lágrima.

Misantropía

La mirada del misántropo se clava sobre el prójimo como la aguja de un lepidóptera que clasifica, irrevocable y asqueado, sus capturas.

Hoy has quedado atravesado en el espejo.

Profeta

Él ve en un gesto descortés, en un razonamiento negligente, en el desprecio de una lágrima preparativos del apocalipsis. Sus labios saben siempre a despedida. Su saliva es epitafio. Su mirada cenicienta, un puente derrumbado entre distancias.

Depredadores

Protégete de aquellos que pretenden hacer literatura. Se apresurarán a convertirte en el alimento de sus letras.

sábado, 7 de junio de 2008

Envidia de los dioses

Ante el fulgor de lo que nace y muere, oh mortales, ¿quién querría celebrar lo perdurable?

Raíces

Resguardaste tus vacilaciones del ladrón de la paciencia y no olvidaste mantener bien arriagado el ardor de sus cipreses. Firmes y erguidos perserveran en la maduración de tus incertidumbres, esperando la lluvia en que florecen las verdades.

Venero

Conviértete en el predador de tus epifanías, cuidándote de no agotar su fuente postrimera.

miércoles, 21 de mayo de 2008

Retórica (autorretrato)

Oxímoron de la pena. Epíteto de la dicha. Sinécdoque de la eternidad.

Pájaro

Los vientos te enseñaron a sortear la jaula de los policías del caos y del orden. Que el pájaro que alza el vuelo sea el valedor de tus insumisiones.

Circo

Para que el esclavo sea devorado por la fiera, para que los gladiadores saluden a la muerte por la espada, no basta la existencia del emperador. Mirad los fervorosos graderíos. Mirad la indiferencia ciudadana. Mirad la mansedumbre de la arena.

Ancestro

Tuvo que esperar cientos de siglos a que desenterraran su paciente esqueleto, para sentirse por primera vez acariciado, admirado en su rareza. Encerrada en la vitrina de un museo, su truncada dentadura me sonríe con inquietante complicidad.

lunes, 19 de mayo de 2008

Fruto

Vive y ama con el brío del relámpago de savia que hace madurar el fruto. Caerás tan sólo cuando el árbol -rúbrica del orden del mundo- no pueda sostener el esplendor del trueno.

Savia

Cobija el relámpago del agradecimiento y el trueno del dolor. En ellos hallarás la lágrima que resquebraja el corazón de escarcha del invierno.

Amigos

Ha muerto la mujer de mi mejor amigo. Lo acompaño al entierro y allí, en el crematorio, nos asalta un olor a despedida y a ceniza. En silencio, frente a frente, sin miradas de reproche, compartimos el último perfume de la mujer que amamos más que a nuestra propia vida.

Ficciones

Tu mano imprimió sobre el papel las huellas del amor, la fortaleza, la promesa y el temor del mar, las lealtades, el coraje. Las ficciones imperecederas que justifican una vida. Cuánto te habría gustado haberlas conocido. Haberlas merecido.

viernes, 16 de mayo de 2008

Rapaz vendimiadora de deseos, no reconozco más autoridad que tu sonrisa, el sagrado rubor de tu amapola. Ya no hay exilio que me aceche; floreces tú en todas mis esquinas. Me has enseñado a despreciar las bravatas del dolor, las mentiras marmóreas del discurso del polvo. La muerte es un rumor confuso del que sólo guardo el nombre. Qué flecha soy de ti, qué pájaro de alturas, cómo me lanzo y atravieso a tu contacto el corazón del corazón de lo que soy. Como un hilo secreto que mantuviera irre- vocablemente unidas las quebradas imágenes del mundo, el redentor -en él todo es fulgor, nada premura- relámpago de tu figura.

Carta de una desconocida

A veces, en las noches, te recuerdo. ¿Recuerdas tú cómo me conociste? Lo sé: no lo recuerdas. Estábamos en tu terreno. Allí tú eras el dueño. Eras el amo. Maestro de la calma, con qué docilidad me desnudaste. Dejé que penetrara en mis oídos tu veneno. Dos partes de placer y una de dolor. Eso fue todo. ¿Y yo? ¿Qué fui yo para ti? No era la primera. Pronto dejé de ser la última. ¿Sabrías reconocerme entre las otras o escribiste mi nombre sobre el agua? ¿A cuántas, como a mí, hiciste llorar? ¿Qué ardiente sed te hizo buscar mis lágrimas? Sacaste mis palabras enterradas a tu luz. Dijiste sin decir, una vez más: acércate, cuenta tu historia y vete. ¿Qué oscuridad retaste? ¿Qué poder anhelabas? Llegaste con las sombras. Te fuiste con el alba. Trocaste el lecho en tálamo y el tálamo en mortaja. Fuiste el aliento y fuiste la guadaña. ¿Quisiste ser como los dioses que visitan y derraman su semilla en nuestro seno y el rostro vuelven, impasibles, cuando el rostro les reclaman? ¿Para qué roturar la tierra que no florecerá por ti? ¿A qué arrojarte en tan estériles entrañas? ¿Por qué quisiste penetrarme con tu voz, con tu cuchillo, con tu lanza? ¿Conoces el dolor, la fiebre del reproche? ¿Conoces las heridas y la llaga? (¿Sangras?) ¿Recuerdas todo aquello? Lo sé: no lo recuerdas. Qué has sido sino el cáliz de luz y de veneno que una sola vez bebimos y bebimos, temblando. Adiós, Francisco. Te amé esa noche en la que no me amaste. No vuelvas nunca más. Te doy las gracias.

miércoles, 7 de mayo de 2008

Un caso ejemplar

De ti han dicho que eres extremadamente erótico, te han llamado hombre de hielo; para alguno eres ingenuo, para alguna eres un cínico; te han tildado de elitista, no menos veces de utópico; dice alguno que vas de iluminado, dicen otros que desprecias a las masas; te han amado -o eso dicen- por tu cuerpo, también por tu cabeza y tu carácter apacible; no pocas te han usado como báculo y pañuelo, para muchos serás siempre esteta y egoísta; una mujer te aseguró que has sido la persona que más daño le ha hecho nunca, otra te susurraba con sonrojo -tuyo- que serás su Dios hasta su muerte... Y a tus veintiocho años, te sorprendes de lo fácil que te ha sido comprender lo que hoy te es evidente: cada hombre debe resignarse a ser - y tú entre ellos, qué remedio- todos los hombres.

Ocaso

Delante de tus ojos fluye el río. A su marcha majestuosa se cimbrean los juncos -cada una de sus lanzas al servicio de la eternidad-. Y es el viento quien los mece y es también el viento quien convierte la piel acariciada de las aguas en un manojo de centellas titilantes. E irrumpen sin premura los caballos salvajes y hunden paso a paso sus pezuñas en el río y en él abrevan sus gargantas y la tarde despaciosos, despaciosamente. Y allá arriba, el relámpago encendido de un pájaro que avanza irrevocable hacia la arquitectura del ocaso, hacia el desgarramiento de la luz en sombra y el naufragio sangriento del sol en lontananza.

Y aquí en la orilla, bajo la oscura tierra abierta por tus propias manos, un niño que ya nunca será huérfano.

Génesis, XIX, 26

Hoy sabes que has llegado ya a ese punto en el que ya no es demasiado pronto para nada. Te corresponde en adelante avanzar, inexorable, hacia el momento en el que, siendo ya demasiado tarde para casi todo, puedas volver la vista atrás y sostener, desde la última vuelta del camino, la mirada del yo que eres ahora sin avergonzamiento y sin reproche.

Herencia

La herencia de tu amor es esta rosa. El presente es las espinas que desgarran, el perfume de la flor y de la sangre: tus heridas. Del pasado sólo queda la corola inaccesible.

Legado

El hombre es esta ausencia y esperanza de coraje ante la noche.

Espejo

Nunca has podido ser como la hierba, que ofrece su verdor y su frescura ante los pies desnudos y el hocico hambriento que agradecen su solicitud callada. Tampoco el roble que merece de tu muda admiración un nombre noble. No la fiebre acechante de la sierpe, que enrosca su belleza envenenada entre la piel iridiscente. ¿En qué podrás reconocerte tú sino en los vidrios afilados que coronan los muros oscurísimos de roca? Laceran. Pero, al sol, brillan.

Llamada

Atreviéndote al fin a ser frágil, has pedido al dolor que volviera. No has recibido respuesta. La puerta de tu casa, sin embargo, sigue abierta.

Sentencia

No esperes de la muerte una respuesta: la vida es la única sentencia que mereceremos.

lunes, 28 de abril de 2008

Nocturno

¿A qué llamamos luz sino a esta herida que se mantiene abierta en nuestra noche?

La lechuza es solitaria, pero entiende.

domingo, 27 de abril de 2008

Galope muerto

Yegua negra del recuerdo, junto a ti me abrevo en las heridas de su ausencia. Paso a paso la seguimos con los párpados segados. Tras nosotros, sólo el rastro de una sombra que se alarga; por delante, los robados porvenires; a mis pies -incesante, sin rumbo, soberano-, tu galope.

sábado, 26 de abril de 2008

Musa

A veces es el águila que inventa el Norte, la muchacha que arrebata de la rama las cerezas sangrientas, el hocico de un caballo cuyo vaho asciende con el alba (¿cómo es que puede contenerlo el mundo?): y aquí la fiebre que se enciende al contacto con las cosas -blanca corola, tumba, melodía-, lluvia o granizo que vulnera la quietud del lago. La muesca del relámpago la apresa la pupila. Las manos manan. El roturado corazón, península del cielo, florece al sol por sus heridas.

jueves, 24 de abril de 2008

Yo y tú

El fin no es un naufragio redentor: no es sino este lento estancarse todas las cosas. Palabras, latidos, afectos que iban y venían impulsados por el vigor de su precipitado origen, de pronto nada más que lengua muerta, helado corazón, caricia detenida. ¿Qué fruto habría de brotar de aquella tierra yerta? ¿Quién tejerá de nuevo lo que ellos, irrevocables y precisos, destejieron? ¿Cómo anudar un cuerpo y otro cuerpo que unánimes en llama ardían? ¿Dónde reconocerlos en esta hoguera extinta, en el jadeo exhausto de la ceniza imponderable?

lunes, 21 de abril de 2008

Hoy es siempre todavía

¿Qué extraño desvarío, qué funesto desenfoque nos persuadió de que el pasado se ha perdido y no ganado para siempre?

martes, 15 de abril de 2008

Hermanos

Han hecho de la soledad su fiebre y su morada: Diógenes el cínico, el ciego en su tiniebla, Gagarin frente al cosmos, el filósofo en Sils Maria y la locura, la cruz en el Calvario, la daga entre las sábanas, el árbol del ahorcado, el mar la mar el mar sólo la mar, quien ignora el amor, el monte Fuji, la rabia oscura del puma, yo.

lunes, 14 de abril de 2008

Zapatos vacíos

Sólo quien volvió de noche a casa, y las lanzas incesantes de la lluvia han vulnerado su calor y la oscuridad circundante lo ha extraviado aunque ha seguido su camino, y encuentra en su dormitorio, como oscuras bocas hambrientas o implorantes o acaso sólo mudas, unos zapatos vacíos que sostuvieron siempre el cuerpo amado puede escuchar, con conciencia de estar vivo sin haber sobrevivido, la balada del adiós y la distancia.

martes, 8 de abril de 2008

Sonando a lejanía

A veces, te gustaría sentir que tu vida es un sueño tan frágil que bastaría parpadear para que se desvaneciera. Y sin embargo, huérfano de carencias, has llegado a esta noche fatigado tal vez de saberte, al fin y para siempre, indestructible.

Dirán lo que fuiste

No olvidaré la flor solitaria que esparcía su perfume a la sombra de la piedra cifrada, ni la boca que trepó a mi garganta como yedra que anhelaba mi aliento. Tampoco la patria cuyo fuego ondea en una bandera azotada, ni el corazón abatido que ante ella se rinde. No olvidaré la despedida de lo que se desea y se teme, ni la nostalgia de lo que nunca fue ni será jamás. Todo aquello que se me ha ofrecido y no he amado. Puertas que no atravesaré, que hacen el universo más vasto y recóndito y que, con su desoída promesa, me esperan.

Y recuerdo también las trompetas gloriosas de Mahler. El dolor por la muerte de un negro en Memphis, Tennessee. El tomillo y romero en la tierra que horadó el sudor de mi abuelo y el hijo que vuelve al abrazo del padre en el cuadro de Rembrandt. El calmo latido de un atardecer que se extiende a los pies de la noche y aquel cuerpo aferrado a mi sangre que hoy es ceniza. La risa de Rocío que concentra, cuando irrumpe, toda la claridad del mundo. Las palabras que huelen a derrota y coraje. La fusión de tu nombre y mi nombre en nosotros. Y agradezco, porque nadie ha recibido la bendición de amarlo todo, estas cosas que mantienen unida la frágil y efímera materia de que estoy hecho y que, como una sombra sostenida en pie cuando yo haya caído, dirán lo que soy y lo que he sido.

Fastidiosas matemáticas

Entre la opción adecuada y la más simple, el hombre elegirá -invariablemente- la más simple. Entre la opción correcta y la más complicada, la mujer escogerá -fatalmente- la más complicada. Las rectas paralelas acaban abrazándose en algún punto del infinito, que es -nadie lo ignora- el único lugar vedado a los insensatos mortales.

sábado, 29 de marzo de 2008

Todos los fuegos el fuego

Amaste una vez, quién lo duda. Encendiste con ella el fuego que cada hombre tiene que prender para amparar su sangre. Pero eso fue hace mucho tiempo. Algo pasó. No pudiste mantener el fuego o fuiste indigno de hacerlo. No lo sabes. Intentaste reencontrarlo en otros cuerpos ante cuyo tacto ardieras como la yesca. Pero en vano. Sólo has encontrado brasas ya casi extinguidas que apenas consiguieron disipar el frío.

Recuerdas hoy a las mujeres -nombre, rostro y su dolor- y las plegarias que trataron de acercarte y mantenerte cerca. ¿Sólo es humo tibio lo que ofrecen a tu carne nunca trémula? ¿O es que son sus labios al besarte los que besan la ceniza?

jueves, 27 de marzo de 2008

El primer paso

Miraste tanto tiempo adentro, amigo, que te has quedado sin afueras. Preso de una nostalgia sin ventanas, te lanzas a la fuga y no hay adónde.

jueves, 17 de enero de 2008

Tiempo perdido

Hay tardes enteras que ha pasado hojeando -sin apenas leer, por el entrañable placer de acariciarlos, olerlos, tenerlos cerca- los manoseados volúmenes de sus estanterías. Rara es la semana que ha dejado pasar sin escribir a mano una carta a un antiguo maestro, al que un día temió y hoy aprecia. Alguna vez, algún vecino curioso podría descubrirlo en ensimismada contemplación tras la ventana; podría acaso pensar que alguna melancolía lo aturde o acosa: él sólo escucha una música lejana o el calmado discurrir de sus ritmos interiores. Nunca un café se alargó como aquel que compartía con ella las soleadas e infinitas mañanas de domingo, a la sombra del árbol que plantara su abuelo. Nadie encontrará con más facilidad una excusa para interrumpir sus paseos por la playa en penumbra, tal como los interrumpía con ella, ahora que ella le falta. Jamás un latido ha durado tanto. Sin duda, observadores imparciales que nada saben ni quieren saber de él dictaminarían, con justicia, que ha perdido el tiempo. Él, si tuviera el valor de contestar, sin exigirles comprensión y con no menos justicia, sostendría que ha ganado una vida.

jueves, 10 de enero de 2008

Do fuir

Te ocultas tras las máscaras de lo vulgar y lo sublime, con la esperanza inconfesable de que no puedan aprender dónde encontrarte. Dónde necesitarte.

Despedida

En el parque, una esquiva brisa desprende las hojas últimas del castaño, que caen sobre ti como una lluvia de manos. Atrapas una al vuelo, vuelves a casa y contemplas en silencio su forma perfecta, sus nervaduras sangrientas. Sacas su libro de las estanterías y guardas la hoja entre sus páginas. Quieres resguardar, ante el brutal regreso del invierno, la herrumbre irreversible e indeleble del otoño.

El otoño ya

Caminas. El sol penetra en las ramas. En el otoño, que se deshace a tus pies en infinitas hojas (únicas, ardientes como cada instante que has vivido), tú. El espejo del pasado se quiebra y brilla en infinitos fragmentos al golpe de la luz. No hay miedos. Entre la vida y el sueño, envés y revés del tiempo que el viento desprende, caminas.

Tú y yo

Ardiendo en el hogar de la presencia,
al pie del blanco almendro iluminado,
se abre entre temblor y transparencia
la flor entre los cuerpos anudados
el sol entre el ramaje entrelazado.