Sólo quien volvió de noche a casa, y las lanzas incesantes de la lluvia han vulnerado su calor y la oscuridad circundante lo ha extraviado aunque ha seguido su camino, y encuentra en su dormitorio, como oscuras bocas hambrientas o implorantes o acaso sólo mudas, unos zapatos vacíos que sostuvieron siempre el cuerpo amado puede escuchar, con conciencia de estar vivo sin haber sobrevivido, la balada del adiós y la distancia.
lunes, 14 de abril de 2008
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