De ti han dicho que eres extremadamente erótico, te han llamado hombre de hielo; para alguno eres ingenuo, para alguna eres un cínico; te han tildado de elitista, no menos veces de utópico; dice alguno que vas de iluminado, dicen otros que desprecias a las masas; te han amado -o eso dicen- por tu cuerpo, también por tu cabeza y tu carácter apacible; no pocas te han usado como báculo y pañuelo, para muchos serás siempre esteta y egoísta; una mujer te aseguró que has sido la persona que más daño le ha hecho nunca, otra te susurraba con sonrojo -tuyo- que serás su Dios hasta su muerte... Y a tus veintiocho años, te sorprendes de lo fácil que te ha sido comprender lo que hoy te es evidente: cada hombre debe resignarse a ser - y tú entre ellos, qué remedio- todos los hombres.
miércoles, 7 de mayo de 2008
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