Amaste una vez, quién lo duda. Encendiste con ella el fuego que cada hombre tiene que prender para amparar su sangre. Pero eso fue hace mucho tiempo. Algo pasó. No pudiste mantener el fuego o fuiste indigno de hacerlo. No lo sabes. Intentaste reencontrarlo en otros cuerpos ante cuyo tacto ardieras como la yesca. Pero en vano. Sólo has encontrado brasas ya casi extinguidas que apenas consiguieron disipar el frío.
Recuerdas hoy a las mujeres -nombre, rostro y su dolor- y las plegarias que trataron de acercarte y mantenerte cerca. ¿Sólo es humo tibio lo que ofrecen a tu carne nunca trémula? ¿O es que son sus labios al besarte los que besan la ceniza?
Recuerdas hoy a las mujeres -nombre, rostro y su dolor- y las plegarias que trataron de acercarte y mantenerte cerca. ¿Sólo es humo tibio lo que ofrecen a tu carne nunca trémula? ¿O es que son sus labios al besarte los que besan la ceniza?
2 comentarios:
Si fuese un místico convencido ahora andaría rebuscando en el baúl del mundo en pos de una explicación para la coincidencia. Ayer envié un regalo de cumpleaños para un Hada cuyo fuego hace años convirtió en cenizas casi todo los labios de mujer, o tal vez, como dices, condenó a los míos al eterno sinsabor. Iba una selección de música, La voz a ti debida, de Salinas, y Todos los fuegos el fuego, del amigo Julio. Como no soy místico, me alegro de que el Caos, en ocasiones, adquiera este tono tan humano.
Un abrazo, Señor mío.
Otro abrazo para ti, sin hacer mucho ruido, para no turbar la paz de este jardín tranquilo.
Publicar un comentario